En Silencio de lo Ancestral, Carlos Piovani da forma a una figura femenina espectral, cuya presencia parece surgir lentamente desde capas de materia y tiempo. Su rostro, casi translúcido, transmite serenidad y distancia, como si habitara un espacio donde el lenguaje ya no es necesario. Las texturas agrietadas sobre el torso y los tonos cálidos que se disuelven hacia el fondo refuerzan la sensación de una memoria antigua que persiste, delicadamente, en el presente.
La composición equilibra lo arquitectónico —con formas que recuerdan estructuras sólidas o decorativas— y lo vaporoso, generando un contrapunto entre lo firme y lo fugaz. La paleta cromática, dominada por ocres suaves, tierra y veladuras de azul y crema, sugiere un atardecer perpetuo, un umbral donde habitan las figuras del recuerdo.
Esta obra invita a una contemplación íntima y reflexiva, ideal para quienes buscan piezas con carga simbólica, melancólica y profundamente poética.
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